Menos se perdió en Cuba


No puedo culparte.

Quizás,
si hubiese vigilado el puente
que unía todo lo que nos separaba,
si hubiese reforzado las grietas,
si hubiese controlado el derrumbe…

Pero, no puedo culparte
porque la estructura no soportase tu peso,
porque tus heridas me hiciesen tanto daño,
porque se tapiase la única salida
de mi misma.

Ahora, no puedo culparte.

Y no me malinterpretes.
Celebré que cargaras mi parte de los escombros,
que construyeras un hogar
con los restos en los que yo sólo veía trincheras,
que pudieras vivir la historia que soñamos,
y que la nueva yo, no se pareciese, nada, a mi.

Celebré que escribieras por encima de mis palabras
porque podrías haberlas borrado,
o tirado,
o convertirlas en armas de destrucción afectiva,
pero decidiste usarlas de fondo;
puede que sólo como hojas a sucio,
puede que, como un acto de reciclaje,
pero diste una nueva vida a todas aquellas letras mutiladas
¿y yo?, no puedo culparte.

Solo, déjame que te pregunte:
¿por qué mantienes abiertas
las cortinas
 que dan a mi ventana?

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