Dos meses de vida

Calculo que tenía unos dos meses, no digo que los fuese a tener, ni que ojalá los hubiese tenido, los tenía. Dos meses. Exactamente el tiempo que le habían “dado” al señor de la habitación 212. Dos meses. 

Corría por el pasillo con alegría. Creo que eso fue lo que hizo que me fijase en ella, pues nunca antes había visto a la felicidad pasear por aquel sitio. Al sorprenderla, se escondió en una habitación. Por supuesto, aquella habitación no era la suya, pero allí las habitaciones no eran realmente de nadie, al menos no lo eran durante demasiado tiempo, por lo que su improvisada ocupación no causó molestia alguna. 

La llamé con voz amable, e inmediatamente vino a mi como si me conociera. Ya había vivido esa misma sensación entre aquellas paredes, donde me habían tratado como hija, como nieta, como hermana, quizás incluso hasta como madre… personas que no había visto nunca. 

“Llévatela, no dejes que se quede aquí la pobre” se apuró a decir una de las ancianas, tan pronto me vio acercarme a la cuidadora con aquella gatita en brazos. Por lástima, era el fin de su turno y apenas me pudo decir que ella no sabía, que no podía ayudarme, que tenía que irse. Y de coro, las ancianas; algunas sin poder oír, otras sin tener de qué hablar; todas mirándome, mirándonos, repitiendo “Llévatela, no la dejes aquí”, “pobre”. Alguna, hasta alargaba su mano para poder acariciarla, para poder acariciar. 

“¿Qué más quisiera? Pero no puedo” Decía yo, aunque sabía que nadie me escuchaba, ni las señoras, ni la gatita, ni la cuidadora que ya se alejaba derrapando en su coche, ni siquiera yo lo hacía. Tampoco el hombre de la 212, que había convivido con decenas de gatos en su vida, y ahora dormía solo en su cuarto, todo el día, demasiado lejos para enterarse de lo que ocurría en la sala de espera. 

Busqué comida, bebida, y le di a aquella pequeña de cuatro patas todo el cariño que me quedaba. Después subí al coche, comprobé desde el retrovisor que ella seguía tranquila, que no lloraba, como yo lo hacía, y me repetí una y otra vez “no te preocupes, seguro que aquí estará bien”

Ya pasaron más de dos meses de aquel día, y a veces me pregunto quien ocupará la habitación 212, si estará bien allí, si estará despierto, si conocerá a la gatita aventurera, que era capaz de vez en el acceso a la residencia, una puerta de entrada, y no únicamente de salida.

Comentarios

  1. Me ha encantado, gracias, felicidad puede adoptar cualquier cuerpo que se le antoje.

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  2. Tantos años leyendo tus comentarios y no deja de sorprenderme que sigas siendo tan generoso con tus palabras. Da gusto escribir y volver a encontrarse con tantos motivos para seguir haciéndolo. Muchas gracias, de corazón.

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