Las chicas revolucionarias andan sueltas, vuelan sin bragas y llevan en el bolso un libro de poemas

Ella no era una supersticiosa como las demás que había conocido, ella solo creía en los conjuros de gatos y podía convencer a cualquier incrédulo de que los felices traían buena suerte.
No tardé en descubrir, que ocurría lo mismo al besar a chicas como ella.

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