El silencio de las flores


Está su puesto en el mercado lleno de coronas sin mensajes de condolencia. Fue una extraña última voluntad; sobre todo para él, que se había pasado toda la vida entre letras, diseñando escrupulosamente verdades a medida, que después vendía al peso. 

Todo empezó a tener sentido cuando publicaron su esquela en las páginas de economía. “Las acciones se disparan, y la amenaza de que se agoten los te quiero hace cola en los juzgados”.

“Prioridad para la relaciones de más de tres años” sentenció el gobierno, que sabía que la sinceridad en estos casos, podría ser fatal. Mientras tanto y bajo manga, políticos de ambos partidos se hacían con todas las promesas que el vendedor de verdades guardaba en su almacén.

La clase media no tuvo tanta suerte, y solo aspirábamos a descuartizar la sección necrológica de los periódicos para salvar alguna frase recortada destilada de mentiras, bajo el colchón, como colchón.

En pocas horas se agotaron los “te echo de menos”, “te llamaré”, “no significó nada” o “en cuanto tenga tiempo nos vemos”. Decían que el stock de síes aún resistiría, pero yo por si acaso, dejé de preguntarle si me quería. Así, pronto nuestros mensajes de amor, se fueron pareciendo cada vez más al silencio de las flores del vendedor de verdades, que siempre se protegió de acabar con un “Algún día te olvidaremos” sobre unas rosas marchitas.

Comentarios

  1. Un relato maravilloso, único e irrepetible, Isa. Mi favorito en el "concurso" :)

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  2. Isa, impresionante cada línea. Votado también por mi, con un mensaje que estremece. Precioso.

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