Vuelve a casa esta noche como si no supieses que me has abandonado.


"Disculpa, se te acaba de caer la sonrisa"

Y se la dejé allí, por si acaso a él le pudiera servir de algo.

Meses después, volví a la misma plaza. Seguía en el mismo sitio, aunque ahora lo rodeaba una muchedumbre que gritaba con billetes en la mano:

"¡Ahora yo!"

"¡Aquí!"

"¡Llevo más de media hora esperando!"

Eran ramos perfectos,  los cortaba en el mismo momento de las cepas que crecían del asfalto. Si la felicidad tuviera un olor, sería exactamente ese.

Por fin llegó mi turno.

"Una docena de sonrisas, por favor"

No me reconoció. Tampoco yo le dije nada y lo dejé allí vendiendo los frutos de aquella sonrisa que un día tiré, y sin querer, germinó.


Comentarios

  1. Te ha quedado de concurso, Isa.
    Una auténtica maravilla tu relato...y tu sonrisa ;-)

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  2. No sé si ha quedado de concurso, pero desde luego estos comentarios saben a premio.

    ¿Alguna vez te dije ya que eras imprescindible? ;)

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  3. Las sonrisas germinan y son contagiosas.

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  4. Quiero pensar que ocurre lo mismo con las sonrisas :)

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