Sólo con el corazón se puede ver bien, lo esencial es invisible para los ojos.


Tenía prohibido abrir aquella puerta, tras la que imaginé en mi infancia hadas y tesoros, cadáveres en mi adolescencia y trastos, muchos trastos, superada la veintena.

No me hizo falta atravesarla para aprender que el saber no daba la felicidad, pero el no saber ayudaba a conseguirla.

Pasaron los años, mi padre enviudó y poco a poco dejó de preguntarme que creía poder encontrar al girar la manilla. En verdad, pareció dejar de cuestionárselo todo... hasta que llegaron unas cartas, cuyo anonimato abrió la fantasía de estar escritas por cualquiera.

Tras su muerte, abrí la puerta. Solo encontré los escritos que devolvieron sus preguntas y perfume al hogar.

Si reconoció mi letra o no, fue el último interrogante que dejó sin responder.


Comentarios

  1. Genial blog y genial tú por todo lo que escribes y transmites!!
    He aquí una nueva seguidora :)

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  2. Muchas gracias Justi, aunque lo único bueno que tiene el blog es la gente que de tanto en tanto se pasa por aquí. ¡Encantada! :)

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