Somos los que comemos. Comemos lo que somos.


Apuntó todo lo que necesitaba; una olla grande, un Kg de mentiras, 3 ó 4 promesas, una pizca de futuro y un teléfono con el que llamar a aquella chica que tanto le gustaba.

"Dejen los zapatos y las coronas a la puerta, por favor" indicaba el cartel que guiaba a un comedor en el que solo se guardaba sitio para un comensal.

"¡Qué falta de educación!" Exclamó al verlo, escandalizada.

Por contra, él no dijo nada, hasta pasadas unas horas; cuando en su recetario anotó "Están igual de sabrosas las ancas de princesa escandalizada que sin escandalizar"


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