El poeta no tiene derecho a callarse lo que estamos pensando.


Nunca me besó, ni quise que lo hiciera, porque no están los deseos para cumplir, sino para inspirar. 

Imagino que por eso aún me escribe, y cada vez que lo hace, diciendo que no consigue olvidarme, me satisface ver que los dos nos hemos convertido en lo que más hubiéramos deseado, en mentiras sacadas de las historias que fingimos y protegemos, en personajes inventados... que duran más que los eternos amores.


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